Por: Edwin Escoto

Coordinador Regional América Latina y el Caribe.

Groundswell International

Lo profundo de la desigualdad social y los muchos daños provocados al ecosistema han facilitado el trabajo del COVID-19. La realidad de esta historia es que la supervivencia humana está al borde del precipicio, reclamando con urgencia cambios sociales que contribuyan a construir armonía social y ecológica a niveles globales. Así podríamos resumir la historia de la doctrina neoliberal.

En los países emergentes como los nuestros, la modernización agrícola ha llevado a la pérdida de la seguridad alimentaria vinculada a la ruptura de las comunidades rurales y sus sistemas diversificados de producción de alimentos. Impulsados principalmente por un sistema alimentario globalizado corporativo y acuerdos de libre comercio. Los líderes campesinos y sociales coinciden en que actualmente Latinoamérica enfrenta una crisis sin precedentes en la economía campesina de la pequeña y mediana producción agrícola, acumulación de la pobreza en el campo, conflictividad en el agro, masivas importaciones de alimentos y migraciones permanentes.

Frente a tales tendencias globales, la agroecología ha ganado mucha atención en las últimas tres décadas como base para la transición a una agricultura que no solo proporcionaría a las familias rurales beneficios sociales, económicos y ambientales significativos, sino que también alimentaría a la población urbana de manera equitativa y sostenible.

Ya el relator de las Naciones Unidas Oliver Olivier De Schutter, en su informe denominado «La agroecología y el derecho a la alimentación», presentado en marzo de 2011 pone de manifiesto los beneficios de la agroecología para la mejora de la productividad y la sostenibilidad de la agricultura, el aumento de los ingresos de los pequeños productores y la lucha contra la pobreza y el cambio climático

Existe una necesidad urgente de promover nuevos sistemas alimentarios locales para garantizar la producción de alimentos abundantes, saludables y accesibles para una creciente población, no solamente en Latinoamérica sino en el mundo entero.

Desde la práctica la agroecología ha demostrado que además de mejorar sustancialmente la producción agrícola, haciendo énfasis en la diversificación para mejorar la nutrición, otras actividades que a menudo motivan a los miembros de las comunidades son: grupos de ahorro y crédito; mejorar la infraestructura doméstica y comunitaria básica para el saneamiento, la higiene y la salud, las reservas locales de alimentos, se desarrolla la capacidad de innovación, se amplía el liderazgo de mujeres y jóvenes. «En Groundswell International estamos poniendo más énfasis en trabajar con las comunidades para conectar mejor a los campesinos con los mercados locales». Estamos desencadenando Desarrollo Humano.

Aún y cuando el COVID-19 ha afectado a la población mundial especialmente en el acceso a alimentos, han sido los pequeños agricultores quienes mediante la producción y circulación local de alimentos hacen posible al menos en las zonas rurales la disponibilidad de estos.

En comunidades donde nuestro socio Vecinos Honduras trabaja ejemplos inspiradores ocurren. Ante la escasez de alimentos experimentada durante este tiempo en las grandes ciudades, la afluencia de “coyotes” (intermediarios de granos básicos) en las comunidades es más frecuente en la búsqueda de granos (maíz y frijoles), incluso ofreciendo a los productores precios tentadores (hasta un 30% adicional en comparación al precio de mercado) por sus granos, lógicamente los coyotes intentan el acaparamiento y posterior comercialización en las ciudades aledañas. Sin embargo, los productores han entendido que el asegurar su comida (esto significa almacenamiento local de granos) en sus comunidades, es mucho más importante para la seguridad alimentaria de sus familias y vecinos que el disponer de dinero en efectivo en sus bolsillos. Sumado a lo anterior los productores han entendido que la población en sus comunidades se seguirá incrementando en los próximos meses, pues muchas personas huyen de las ciudades hacia sus comunidades de origen con el fin de acceder a alimentos. La migración ahora es de las ciudades al campo, pues el capital “gaviota” (empresas maquiladoras que vuelan de país en país evadiendo responsabilidades con sus obreros) confirman su insostenibilidad ya que dependen de fronteras abiertas y de tratados de libre comercio que ante situaciones como el COVID-19, no funcionan.

Cada crisis, también es una oportunidad, así lo ha demostrado la actual pandemia. Las personas que regresan a las comunidades en su mayoría jóvenes (menores de 30 años) han encontrado en la agricultura la oportunidad de reinsertarse en la vida económica y productiva del país, ya que esta les permite:

  • En el ámbito personal; producir sus propios alimentos en sus propias parcelas (desde hace casi diez años abandonadas), lo cual implica el rescate y puesta en práctica del conocimiento ancestral para la producción, el rescate y preservación de las semillas locales, innovar con prácticas de producción ecológicas, uso de los recursos locales, la diversificación de sus producción, el intercambio de saberes, la construcción de nuevas relaciones, la asociatividad en cooperativas de ahorro y crédito local que financian su producción y apoyan en la comercialización local y un elemento mucho más importante es que su trabajo le devuelve la dignidad como ser humano.
  • A nivel familiar; asegurar la disponibilidad y acceso a alimentos sanos, saludables y diversos, el compartir saberes entre los miembros de su familia, la generación de empleo familiar (auto-empleo) y mucho más estratégico es visibilizar el aporte y protagonismo de las mujeres en la economía familiar.
  • A nivel comunitario; contribuyen a la seguridad alimentaria local y en la economía local desde su incorporación en estructuras de ahorro y crédito, la posibilidad de integrarse en la dinámica social desde las organizaciones locales, la posibilidad de generar empleo para sus vecinos y el ser partícipe de la construcción colectiva del sentido de comunidad.

Los ejemplos anteriores son evidencias que confirman que la vida humana depende significativamente de héroes anónimos, que, con sus parcelas y la práctica misma, mantienen la llama de la vida encendida y nos invitan al cuidado de nuestra casa común. Nuestros héroes son los campesinos que han hecho de la agroecología el sendero para la construcción de sistemas alimentarios locales.

El COVID-19 ha exhibido el verdadero rostro del neoliberalismo y su consecuente decadencia, intentar rehacer la vieja agenda sería un grave error, pues lo que debería hacerse es, sustituirlo por un modelo político y económico donde la persona humana sea el centro de atención, sin importar como este modelo sea llamado. En Groundswell le llamamos, “desarrollo centrado en la gente”.

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